Un pergamino vaticano oculto 7 siglos rehabilita a los Templarios.
El «Folio de Chinon» recoge la absolución del papa Clemente V a los miembros de la orden.
Hace unos días leíamos, en la prensa que una investigadora italiana Bárbara Frale, cuando justamente se cumplen 700 años de la detención, torturas, persecución y finalmente los «ajusticiamientos» de los Templarios, encontró hace 6 años, entre los miles de Km. de estanterías de la biblioteca y archivos secretos del Vaticano un importante documento que, hasta ahora, se creía perdido por un error de catalogación, el Pergamino de Chinon.
El pergamino de Chinon, fechado en agosto de 1308, contiene la absolución del Papa Clemente V para la Orden Templaria, y con ella la de todos sus militantes.
Naturalmente, a muchos se nos ha pasado por la cabeza que estos 6 años de tardanza en hacerlo público, han sido los que ha tardado El Vaticano en preparar la edición de 799 ejemplares, que vendidos a un precio de 5.900 euros cada uno, (el precio incluye los pergaminos escritos en latín y una caja de cuero hecha a mano), que le darán liquidez a su «paupérrimo» estado de cuentas, aunque según afirma el Vaticano, lo que se obtenga de la venta, será destinado a la restauración de otros documentos históricos guardados en el archivo privado del Papa. Es decir, se destinarán a guardar, mejor guardados esos documentos «sensibles» para que ningún investigador en el futuro los descubra por casualidad.
El tiempo, como siempre decimos, pone a cada cual en su sitio, pero esta vez ha tardado mucho, y aunque se haya hecho justicia, haciendo público que todo fue un interesado montaje, de un Rey acuciado por las deudas contraídas y necesitado aún de más dinero para continuar engrandeciendo su ego personal, que no estaba dispuesto a devolver, ni la vida, ni las haciendas, les han sido devueltas a la Orden de la que más se ha escrito en los últimos años, y de la que en realidad, menos se sabe.
Se les condenó por herejes, por sodomía, por besos obscenos y por cuantos delitos pudieron imaginar («¡No me siento capaz de soportar ni un momento más esta amarga prueba… Díganme de lo que van a acusarme, señores comisarios, que estoy dispuesto a confesarme autor de la muerte del mismo Jesucristo!») son palabras de Jacques de Molay en uno de los interrogatorios, pero ahora sale a la luz, que el Papa Clemente V nunca dio crédito a esas acusaciones, y menos a las confesiones conseguidas mediante torturas, tan sólo cedió a las presiones del rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, que amenazaba con un cisma si la Iglesia no le quitaba de en medio a los ricos y poderosos frailes-soldado (no olvidemos que el nuevo Papa era en realidad el Arzobispo de Burdeos, Beltrán de Got, por tanto francés como el rey), pero naturalmente dejándole a él administrar sus posesiones. Y es que claro, el Rey, les debía 300.000 florines que le habían prestado para despilfarrarlo en sus guerras y guerritas, y no sólo no quería devolverlos, además ambicionaba sobre todas las cosas su ingente tesoro, que, con las arcas del Estado francés vacías, y el pueblo harto de cada día pagar más impuestos, necesitaba para seguir sufragando la guerra de los Cien Años que libraba contra Inglaterra.
El Rey, tal era su deseo de apropiarse del tesoro templario (tesoro, que más bien parece de leyenda, puesto que hasta la fecha no ha sido encontrado aunque mucho se ha hablado de él) que haciendo caso omiso de la carta del Papa, del 24 de agosto de 1307 en la que la que le decía que no estaba dispuesto a disolver la orden, y estando Felipe IV, decidido a apoderarse de los bienes del Temple, y aconsejado por su ministro Guillermo de Nogaret, decidió tomar las riendas del asunto.
El 12 de octubre de 1307 (pese a que siempre se habla del día 13), a la salida de los funerales de la condesa de Valois, el Gran Maestre Jaques de Molay y todo su séquito fueron arrestados y encarcelados, lo mismo que todos los Templarios franceses (en total fueron apresados 550 Caballeros Templarios en toda Francia), y, naturalmente confiscados todos sus bienes.
Se montó un gran escándalo ante tal hecho, hasta tal punto que, el Rey se vió forzado a publicar un manifiesto redactado por su ministro Nogaret en el que se recogían todas las injurias, ignominias y abominaciones imaginables contra la Orden, dando a entender que el Papa estaba de acuerdo con estas detenciones y con la confiscación de sus bienes.
Cuando éste se enteró de la detención y del proceso, reprendió al monarca y envió dos cardenales, Berenguer de Frédol y Esteban de Suisy, para reclamar las personas y bienes de los encausados. Los cardenales, que debían sus cargos al monarca francés, consiguieron convencer a Clemente V de la buena fé real y exacerbar los ánimos contra los procesados a base de las mismas mentiras e injurias que el rey francés había utilizado con los franceses, hasta tal punto convencieron al papa, que Felipe IV consiguió la facultad de juzgar a los miembros franceses de la Orden del Temple, además también consiguió ser el administrador de sus bienes, que al fin y al cabo era lo que pretendía.
Por medio de la tortura, la Inquisición, en manos de los Dominicos, obtuvo las declaraciones que deseaba, pero estas confesiones fueron revocadas por los acusados en la hora de su muerte en la hoguera, lo cual echa por tierra su veracidad, y no hablemos ya de su legalidad.
En Abril de 1310, fueron llevados a la hoguera cincuenta y cuatro templarios por orden de rey de Francia, en las proximidades del convento de Saint-Antoine se levantó la gigantesca hoguera, en la que sufrieron una muerte atroz, quemados vivos sobre unas pilas de leños, elegidos previamente para que ardieran lentamente. De esta forma el suplicio resultó más inhumano. Los miles de testigos de estos crímenes confesaron y algunos dejaron escrito que las víctimas murieron proclamando su inocencia, reconociendo la injusticia que se cometía con su Orden y, por último, se pusieron en manos de Dios.
La sentencia, además de condenarlos a morir en la hoguera, les obligaba a mostrar públicamente su arrepentimiento, pero Jaques de Molay y otros se negaron y acabaron ardiendo en la hoguera.
La leyenda cuenta que antes de subir al patíbulo Molay maldijo al Papa, al Rey y a la monarquía francesa «hasta la decimotercera generación». Clemente V murió al cabo de un mes, Felipe IV a los tres meses y la monarquía francesa se extinguió al cabo de 13 generaciones.
Año 2007, por fin se oficializa, lo que fue, ni más ni menos que un horrible crimen de un rey avaricioso, con las arcas vacías y embarcado en una guerra para la que no tenía dinero. Y he aquí que yo me pregunto, si “se creía perdido” es porque se sabía que estaba, y por supuesto, se sabía el contenido, entonces, ¿porqué no se buscó con más ahínco, o al menos los portavoces del Vaticano no lo hicieron público de palabra?
Espero que en los próximos años se sigan encontrando “documentos perdidos” que logren aclarar esos extraños sucesos de la historia, donde por desgracia, siempre nos hemos encontrado El Vaticano como telón de fondo.
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Acabo de alucinar con lo de que los vendieron por 5.900 eur, no me extraña que haya tanta pasta en el Vaticano, por un pergamino…
Muy interesante la historia, me molan mas estas que las de fantasmas. 😀
Lo del pergamino, si estuviera autografiado por el mismisimo Jaques de Molay aun me lo pensaria, pero asi pues como que no. 😀