Leyendas de mi ciudad, Canfranc: los espías y el oro nazi

Se ha hablado muy poco de los personajes que trabajaron para los servicios de espionaje de Alemania en España antes y durante la Segunda Guerra Mundial, pero existieron y muchos. Mientras Hitler invadía Europa, España se fue convirtiendo en un nido de espías, sobre todo alemanes, pero también británicos, americanos, franceses y hasta japoneses.

El mundo, pero sobre todo Europa nos observaba, acabábamos de salir de una Guerra Civil y el gobierno del general Franco se declaró neutral, pero… a su manera.

El imperio financiero.
De todos los espías que trabajaban en España, los alemanes fueron los únicos que lo hicieron con total libertad y a cara destapada, además, jugaban con la ventaja de contar con la aquiescencia del gobierno, de forma que lograron montar una red que comprendía toda la sociedad dominante de entonces. Diplomáticos, periodistas, empresarios, productores de cine, ejecutivos de empresas y agentes profesionales, todos trabajando en silencio a favor de la causa de Hitler.

Los alemanes asentados en nuestro país hasta entonces, no llegaban a 30.000, muy pocos afiliados al Partido nazi, pero a partir de entonces, las afiliaciones se dispararon. El que no se afiliaba y por tanto no prestaba servicios a esta red era considerado enemigo, y amenazado con la repatriación, además de ser incorporado a filas, lo que hizo que muchos acabaran colaborando en la medida en que eran requeridos. El Partido nazi en nuestra tierra creció, llegando a abrir sedes en casi todas las comunidades españolas. Y la figura de Hitler se hizo presente incluso en los colegios alemanes de nuestro país donde los niños saludaban con el brazo en alto. Una parte de nuestra sociedad vio al nazismo con simpatía, y al contrario que en el resto del mundo ni las esvásticas ni los uniformes provocaban inquietud, los consideraban aliados y también amigos puesto que incluso algunos de estos agentes, miembros de la Legión Cóndor, habían participado poco antes en el bombardeo de Gernika.

Pero hablar de los servicios de espionaje alemanes sin hablar del imperio económico y empresarial que montaron en nuestro país, es imposible, un imperio económico que no sólo sirvió los intereses alemanes, también los de la economía española. El creador de este imperio, que incluía 350 empresas, fue Johannes Bernhardt, un comerciante alemán que huyendo de la crisis económica alemana de los años 20, se instaló en España, pero curiosamente no en las ciudades pujantes económicamente, se instaló en Tetuán, donde conoció a los militares que ya empezaban a preparar “el glorioso levantamiento” contra la gobierno de la Republica.

Terminada la guerra civil, que él ayudó a ganar (sería muy largo contar toda la historia, baste decir que consiguió que el 25 de julio de 1936 el propio Hitler en persona, recibiera a un enviado de los sublevados españoles que llevaba una carta donde pedían a Hitler, diez aviones de transporte, seis cazabombarderos, veinte baterías antiaéreas, fusiles ametralladores y munición, pedido que fue satisfecho y enviado) este hábil comerciante alemán presidió Sofindus, (un holding de empresas nazis en España), todas las finanzas, se articulan en torno a ella y al Banco Alemán Trasatlántico, formando un Estado dentro del Estado que canalizaba el comercio bilateral, en el que se camuflaron como ejecutivos a centenares de espías por toda la geografía española. Estas empresas abarcaban todos los campos: bancos como el Deutsche Bank, aseguradoras como Plus Ultra, mataderos o empresas navieras y mineras, que eran muy importantes en aquella época porque abastecían de wolframio a la maquinaria de guerra alemana y a la armamentista (éramos los principales suministradores en Europa, junto con Portugal, de wolframio, mineral clave en aquella época para construir los carros de combate y la maquinaria antiaérea alemana). Hasta el punto que sus agentes se lanzaron a los montes españoles, sobre todo a Galicia y Salamanca, para comprar a precio de oro el preciado metal. Muchas familias de la zona se echaron al monte con picos y palas a extraer wolframio, trabajando día y noche hasta caer extenuados (por entonces, por un par de toneles de wolframio se podían pagar hasta 1000 pesetas). Hasta que franco, decidió conceder a la familia Fierro y a algún otro socio la explotación de las minas, pasando los pobres buscadores a la clandestinidad.

Red de espionaje en Canfranc.
Ya comenté como durante los años 1936-1939 la estación estuvo cerrada, no sólo por desavenencias con los franceses, también para evitar que los republicanos huyeran a través de ella a Francia.
En 1939 se reabre, y empieza a funcionara todo gas.

1940, Robert Paloc Fontán, Andrés Nodon Camiade y Juan Andrés Richard refugiados en Donostía se reúnen en la iglesia de las Carmelitas para analizar el armisticio firmado por el mariscal Pétain ante Hitler. Allí mismo deciden remitir una carta a la embajada británica de Madrid ofreciéndose a montar una red de espionaje. La red busca apoyo en Canfranc, y la estación se convierte en clave, por el importante tránsito de mercancías alemanas, y porque ya empieza a pasar el oro nazi. En Canfranc, logran contar con la colaboración de Juan Astier Echarve, que trabajaba en la misma aduana, parte española, y Albert Le Lay, a cargo de la aduana francesa.

La red, contó con gentes dispares, aduaneros, ferroviarios, camioneros, soldados, curas, e inclusos adolescentes, que llevaban la información al consulado Británico en San Sebastián, quien a su vez lo remitía a la embajada en Madrid, para desde allí llegar al mismísimo cuartel general aliado, en Londres. Esta red, no sólo espió, también consiguió que cientos de judíos y sus familias huyeran del genocidio nazi en tren, por la frontera, o a través de los montes ayudados por los canfranqueses, que hacian de guías, se calcula en unos 30.000 los judíos que lograron salvar sus vidas entre los que entraban por Canfranc, Port Bou y Hendaya, gracias a Antonio Galtier Pley, que fue administrador jefe de la aduana entre 1935 y 1946, y otros como él (su hijo, Antonio Galtier Rimbaud dejó escritos a su muerte documentos que demuestran que durante la Segunda Guerra Mundial cruzaron la frontera a través de los montes altoaagoneses). Su nieto, Ricardo Galtier, historiador aragonés, ha recopilado todos sus escritos en unas memorias. De todos estos hechos, aun quedan algunos supervivientes, pero sólo confiesan todas estas cosas en el anonimato.

Entre enero de 1941 y marzo de 1942, la red suministró datos sobre movimientos de tropas, construcción de aeródromos en Francia, o la llegada de barcos de guerra a los puertos de Hendaya y Pasajes.
En 1942, la red fue desarticulada por las policías española y alemana y detenidas 30 personas que fueron condenadas por un Tribunal Especial contra el Espionaje, creado por Franco en 1943, en el proceso militar número 118.358. Otras muchas lograron pasar desapercibidas y han contado sus historias.

El oro nazi.
En las aduanas, tanto en la española como en la francesa (el gobierno francés estaba en manos de Pétain, títere de los nazis) se iza la bandera nazi y se instalan las SS y la misma GESTAPO en los andenes para vigilar la frontera, incluso vivían en el mismo pueblo, unos en el Hotel internacional, otros en otro hotel del pueblo, y es que había llegado el momento de que España pagara el apoyo de Alemania a Franco durante la Guerra Civil.
Y el pago, naturalmente fue en lo que entonces necesitaba Alemania: wolframio, vendido a muy bajo coste y por el que Alemania pagaba en oro, oro del que saqueaba a los bancos centrales de los países que invadía, oro del que robaba a los judíos, primero expropiados y luego masacrados; el oro de los muertos como le llamaron.

Y comienza a trabajar la conexión Suiza-Francia-España-Portugal, la geografía del «gran lavadero» del oro nazi en Europa.

Los canfranqueses, al terminar la Guerra Civil, casi no podían moverse del pueblo, necesitando un salvoconducto para ello. Un documento fechado el 24 de mayo de 1940, firmado por el comisario jefe de la Unidad de Investigación y Vigilancia, así lo atestigua “todo aquel que viva en un punto distinto del 18 de julio de 1936 debe presentarse en ocho días en la comisaría con la relación de los que vivan en su casa, avales de dos personas y certificado de sus empresas. El incumplimiento llevará consigo el regreso forzoso a su antigua residencia”. Y es que casi todos trabajaban cargando mercancías en la aduana de la estación y había que ser cuidadoso.
Se calculan que pasaron por Canfranc más de 1.200 toneladas de joyas, y obras de arte.
Entre julio de 1942 y diciembre de 1943 llegaron 45 convoyes, seis de ellos con destino España (en los despachos de embarques de la aduana consta “importación”) con 12 toneladas de oro, en los otros, que iban rumbo a Portugal, aparece reflejado en los correspondientes despachos “tránsito”.
El oro de los trenes de Suiza llegaba por el puente internacional, se descargaba en la estación y se volvía a cargar en camiones suizos que los llevaban hasta Madrid unos, otros a Portugal, a través de los pasos fronterizos de Badajoz, Valencia de Alcántara y Fuentes de Oñoro.

En contrapartida se cargaban los trenes con destino a Alemania con Wolframio para alimentar la maquinaria de guerra.

Las investigaciones sobre este tema por parte de varios organismos internacionales, si bien no lograron aclarar del todo la importante cifra, sí dejaron muy claro que el oro y el dinero expoliado era lavado en bancos suizos con cuentas abiertas con nombres falsos, y que varios países, entre ellos España, Portugal, Turquía, Suecia, Argentina, y el Estado Vaticano fueron destinatarios o colaboradores.

Terminada la guerra, los nazis usaron también esta ruta para llegar a Lisboa y desde allí cruzar a Sudamérica. Tras la liberación de París, los alemanes destinados en Canfranc intentaron escapar a través del túnel, pero una bomba de la Resistencia francesa se lo impidió.
El régimen, temiendo represalias y una posible invasión por parte de los aliados, clausuró el túnel hasta el año 1949, reforzando también la frontera con varios búnker, que a su vez sirvieron para combatir a los maquis, algunos de cuyos dirigentes eran originarios de Canfranc.

El paso del oro, todos los canfranqueses lo sabían, pero oficialmente nunca fue admitido, hasta que en noviembre de 2000, Jonathan Díaz, un guía francés de origen español, que hacía la ruta de autobús de la línea Oloron-Canfranc, husmeando por la abandonada aduana de la estación descubrió entre un montón de papeles tirados por el suelo, un sobre con un sello de Pablo Iglesias lo que le llamó la atención porque es coleccionista, se lo guardo, y al llegar a su casa encontró que detrás había un papel pegado que decía: lingotes de oro y recordó las historias que se contaban en la comarca.

Ahora había pruebas. “Volví al día siguiente. Recogí todos los papeles y los dejé en una bolsa tapados para que no los dañara la humedad. Esos días había muchos controles antiterroristas en la frontera”. Al final, logró llevárselos a su casa.
Los documentos eran papeles calcos de los originales, aun así se podían leer perfectamente, hay desde el año 1941, hasta 1945, aunque estos últimos casi ilegibles, de su lectura, se llega a la conclusión de que España recibió al menos la cifra antes citada: 12 toneladas de oro y 4 de opio, y Portugal, 74 toneladas de oro, 4 de plata, 44 de armamento, 10 de relojes y otros enseres, todo ello, producto del expolio a que sometieron a los Bancos Centrales de los países invadidos y a los judíos.

Curiosamente, cuando se hace pública la noticia del descubrimiento de estos papeles, RENFE, que desde 1970, año en que cerró la estación, no se había ocupado de nada, envío con urgencia dos vigilantes al muelle, y varios funcionarios de patrimonio se desplazaron allí, donde recogieron 24 sacas de documentos de los años 30, 40, 50 y 60, que se encontraban esparcidos por el suelo del muelle, para a continuación instar un proceso antes los Tribunales por apropiación de documentos históricos, contra el señor Díaz si no devolvía los documentos. El juez, desestimó la demanda de apropiación indebida, pero instó al señor Díaz a proceder a su devolución.

Los documentos fueron devueltos a RENFE que no se sabe si ha acabado de estudiarlos, pero el señor Díaz se hizo una fotocopia para él y otra para el municipio de Canfranc que también los solicitaba como memoria del pueblo.
Por cierto, una curiosidad, en esta estación se rodaron varias escenas de Doctor Zhivago, en concreto las que se ve a Geraldine Chaplin, bajando del tren.

Las fotos, tanto éstas, como las de la semana pasada, están sacadas de la página del Ayuntamiento de Canfranc.

La Estación Internacional de Canfranc 1ª parte.

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3 comentarios sobre “Leyendas de mi ciudad, Canfranc: los espías y el oro nazi

  1. La verdad es daría para otro largo artículo las cosas que aun quedan por contar.

    Por ejemplo, ¿qué destino se le dio al oro?
    ¿Desde que año estuvo entrando oro y cuantas toneladas fueron?
    ¿4 toneladas de opio, para qué?
    el judío húngaro muerto en Canfranc que no consta en el registro civil
    ¿Ha terminado RENFE de estudiar toda la documentación? ¿Verá la luz pública alguna vez?

    Pero…todo eso podría herir la sensibilidad de algunos y mejor no meneallo 🙂

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